El pasado 30 de junio, tras 18 días de Paro Nacional, el movimiento indígena y el gobierno ecuatoriano firmaron un Acta de Paz, a través del cual acordaron establecer un proceso de diálogo, con la mediación de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
El viernes 23 de septiembre, varios jóvenes comunicadores de RadioLío, emisora online de SIGNIS ALC -Asociación Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación- entrevistaron a Mons. Luis Cabrera, OFM, actual presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, sobre el proceso de mediación que ejerce actualmente la entidad y los avances alcanzados hasta el momento.
Radiolio.net está conformada por varios programas, producidos por jóvenes radialistas provenientes de 11 países de América Latina y el Caribe.
En el diálogo, por parte de RadioLío, participaron: Javier Villanueva (Argentina-Nuestras Voces), Ignacio Sarralde (Colombia-Los Derechos al Derecho), Dayana Ortiz y Kathy Cuadros (Ecuador-Vientos de Un Pueblo), Fernanda De Luna (México-RSM), Thomas Solís (Panamá-Ecohorizontes), Sofía Ferreira (Paraguay-Jaheka) y Yorman Galviz (Venezuela-Ecos de Nuestra Tierra).
¿En qué se diferencian las manifestaciones del año 2019 de las acontecidas en 2022?
La diferencia fundamental está en cómo ahora se propuso la participación directa de la Conferencia Episcopal. En el 2019, nosotros trabajamos en coordinación con el sistema de Naciones Unidas y únicamente nos centramos en el tema de los combustibles y focalización de los subsidios. Pero una vez que los grupos sociales lograron que se anulara ese decreto (la eliminación de los subsidios), simplemente se retiraron de las mesas. En cambio, en esta ocasión, los movimientos indígenas y sociales y el gobierno nacional nos pidieron que fuéramos parte de la mediación en base a 10 puntos programáticos. Para ello, firmaron previamente un acta de paz en la que pedían abiertamente que fungiéramos de garantes.
¿Cuál es el rol de la Iglesia Católica en la mediación?
Nuestra presencia ha estado siempre orientada al diálogo, a abandonar toda forma de violencia, sea subversiva o represiva. Nosotros asumimos esa tarea pensando en el bien del país, sobre todo, porque la situación (durante las protestas) era dramática y el pueblo no soportaba un día más. En ese contexto aceptamos, pero también dijimos, con mucha claridad, que aceptábamos ese papel únicamente como garantes morales. No técnicos, ni financieros, ni políticos, porque no es nuestro campo. Ahí definimos ya con mucha precisión el papel de la Conferencia Episcopal. Primero, facilitar el diálogo. En segundo lugar, acompañar las mesas técnicas y las mesas de coordinación, pidiendo a las universidades que envíen a los mejores especialistas en facilitación y relatoría. Y, en tercer lugar, realizar la difusión oficial de los resultados.
¿Cómo se desarrolla el proceso de diálogo?
Junto con el gobierno y movimientos sociales, logramos establecer los objetivos, la metodología y los tiempos. Existe una mesa de coordinación en la que se evalúan periódicamente los avances y se toman decisiones y, paralelamente, funcionan diez mesas técnicas, en las que hay representantes tanto del gobierno como de las organizaciones indígenas y sociales. También hay peritos de parte y parte, y expertos nacionales e internacionales de los temas tratados. Un punto importante es que en cada mesa técnica hay siempre un facilitador y un relator. Son ellos los que van coordinando todas estas reuniones. Nosotros, en este momento, verificamos que haya resultados. Uno de los criterios fundamentales para este diálogo fue que los representantes sean permanentes, que las mismas personas que intervienen en el diálogo, terminen.
¿Qué se entiende por resultados?
En primer lugar, que haya acuerdos entre las partes. En segundo lugar, se señalan los desacuerdos. En tercer lugar, los temas pendientes porque, sobre la marcha, aparecen situaciones que no pueden ser tratadas en el mismo momento. Y, finalmente, los modos prácticos para aplicar en territorio los acuerdos. Hasta la fecha, se han cerrado cuatro mesas. Entonces, quedan abiertas todavía seis, con el compromiso de cerrarlas hasta el doce de octubre.
¿Quién planteó la metodología?
Nosotros no propusimos la metodología, fueron las partes. Nosotros, como Conferencia Episcopal, lo que hicimos fue tomar aquello y motivar, acompañar. Sin desconocer de ninguna manera la autoridad de los organismos internacionales, también nosotros podemos elaborar nuestras propias formas de diálogo. No necesariamente tenemos que esperar que otros, desde fuera, vengan a decirnos cómo tenemos que proceder.
¿Qué ha sido lo más complicado de esta mediación?
Desarmar los prejuicios. Y, junto con eso, también el corazón. Porque ahí están los sentimientos de frustración, rabia, resentimiento, rencor. Irlos reemplazando por sentimientos de confianza, de esperanza, de que es posible llegar a acuerdos. Porque, al final, todos dialogamos porque haya paz, justicia, libertad, equidad. Eso ha sido lo más difícil, pero, a la vez, también lo más gratificante. El ver después cómo las personas son capaces de estrecharse la mano, darse un abrazo, sonreír, encontrar juntos una solución.
La Iglesia clama por la justicia, la equidad y el progreso de los pueblos desde la opción preferencial por los pobres. ¿Es difícil ser imparcial en este proceso de diálogo?
En este caso, más que intermediarios, hemos sido facilitadores. En este caso, las funciones cambian radicalmente porque nosotros, lo que hemos hecho, es escuchar a ambas partes, para, poco a poco, alcanzar consensos. Básicamente, nuestro trabajo ha sido de relatoría, de ir tomando nota de los objetivos, la metodología, los tiempos e irlos plasmando. Y, luego, replantearlos a las partes para ver si están o no de acuerdo. Entonces, desde nuestro lado, hay total imparcialidad. En ocasiones sí hemos dicho a las partes que vean más allá de sus fronteras y escuchen el clamor de aquellas personas que dicen representar. Quizás a veces hemos tenido que tener una palabra bastante firme, clara, cuando alguien quería desconocer los acuerdos que ya habían asumido.
A esta altura del proceso de diálogo, ¿los acuerdos que se han cerrado son satisfactorios?
Los resultados nunca van a a satisfacer plenamente a las partes. Pero así tiene que ser, porque la insatisfacción hará que las partes continúen dialogando, presentando otras propuestas. Que las insatisfacciones sean un estímulo para seguir buscando, pero no para volver a las formas tradicionales de la violencia, de agresión. Yo creo que por eso valoramos como positivos no solo los acuerdos, sino, también, los desacuerdos. Talvez descubramos que los puntos irreconciliables pueden ser complementarios. No es una visión ingenua u optimista, sino realista, porque la realidad es mucho más compleja que una idea o que un punto de vista. Ahí encontramos otro aspecto importante: la humildad. Porque nadie tiene la verdad total, completa, plena.
¿A qué se debe que unas mesas tarden más en cerrarse?
Algunos temas son muy complejos, muy difíciles de tratar en una o dos sesiones, porque están interconectados. Además, no solo son temas de carácter técnico, financiero, económico, sino, también, sociales e, inclusive, políticos. A veces es difícil ponerse de acuerdo, por la diversidad de puntos de vista. La segunda razón es que no se respetaron los tiempos prefijados. Entonces, la única forma de concluir todas las mesas hasta el 12 de octubre es respetar los tiempos.
¿En qué mesas son mayores los desafíos para cerrar acuerdos?
La mesa de los subsidios ha sido la más compleja. Tan compleja que se nombró una subcomisión técnica conformada con peritos de ambas partes, para tratar dos puntos críticos. Primero, los beneficiarios. Con qué criterio seleccionamos a un grupo y dejamos de lado al otro. Y, el segundo punto, ya la forma técnica, concreta, práctica de operativizar aquello. Estos temas son bastante complejos, porque van unidos a otros temas. También la cuestión de los recursos naturales, de la minería o del mismo petróleo. Porque hay posiciones de no explotar el petróleo, pero, a la vez, se quiere una gasolina a menor precio.
¿Quiénes o qué garantizaría que estos acuerdos se vayan a sostener en el tiempo?
Es un voto de confianza entre las partes. Hay acuerdos que han firmado, no solamente entre ellos, sino, ante el país. La sociedad debe estar atenta para que se pongan en práctica y se traduzcan en proyectos y programas. Es un gran desafío, pero hay la garantía de ambas partes. Es hora de que sean coherentes con lo que han dicho en la vida y en la práctica.
¿Qué trascendencia van a tener estas mesas de diálogo en las generaciones más jóvenes?
Yo creo que el joven tiene una mentalidad mucho más abierta para escuchar lo diverso. Diversas formas de pensar, de actuar, de sentir, de mirar la realidad. Desde esa perspectiva, el joven debe ser propositivo. No solamente alguien que exige, pide o no está de acuerdo. Estas mesas, estos diálogos sí son una motivación, un estímulo para los jóvenes, para que, poco a poco, puedan ir cambiando esas relaciones de injusticia, de violencia que vivimos diariamente.
Hasta el momento, ¿qué aprendizajes u orientaciones surgen del proceso de diálogo?
Que la paz está basada en la justicia, en el respeto a los derechos de las personas. También que, a través del diálogo, podemos construir esa paz anhelada, que se trata de lograr una relación de empatía y llegar a acuerdos y a la colaboración. El diálogo es el gran aprendizaje que, ratifico, es todo un arte. Hay que aprenderlo cada día. Es importante mantener esa decisión, esa actitud de dialogar venga de donde venga. Si no hay la predisposición, todos los caminos se cierran. Cuando una persona quiere, encuentra los medios y las soluciones, pero cuando no quiere, encuentra excusas y justificaciones.
También, creo que ha quedado claro que, si bien los movimientos y organizaciones indígenas son importantes en la sociedad ecuatoriana, no son los únicos. Es necesaria la participación de otros grupos que también tienen todo el derecho de expresar lo que piensan, lo que sienten, recordando que somos 18 millones de ecuatorianos. Tanto el que el gobierno, como los movimientos indígenas y sociales, hayan tomado conciencia de que no son los únicos interlocutores ya ha sido importante.
Hay muchos problemas que vienen de décadas y, me atrevería a decir, de siglos. Por ejemplo, el tema de la pobreza. Es imposible solucionar en noventa o en cinco días temas como la corrupción o la falta de trabajo, de salud, de educación. Pero el hecho de que las partes se hayan sentado, mirado a los ojos, significa que se pueden afrontar los problemas. Nosotros lo consideramos único, inédito en nuestra historia de Ecuador. Inclusive podría servir también como inspiración a otros países, para convencerse de una vez por todas de que el diálogo sigue siendo el único camino para afrontar y resolver los grandes problemas.
Mire la entrevista completa realizada a través de la fanpage de RadioLío:
Edición: SIGNIS ALC